
La palabra drakkar es una derivación del término islandés para referirse a los dragones. A los barcos vikingos se les llama así debido al mascarón de proa, el cual tenía forma de uno de estos animales mitológicos. Un ejemplo de mascarón de proa vikingo es el situado en la imagen de la derecha.
En los antiguos escritos islandeses se cita que las leyes paganas prohibían el uso de esas cabezas cuando salían a la mar, pero que, si se hacía la pieza, debía ser desmontable, de manera que se quitase al acercarse a la costa de nuevo para evitar que los espíritus protectores de la tierra se vieran intimidados.
Los barcos vikingos eran fuertes y resistentes, sin embargo eran muy estrechos, largos, livianos y de poco calado. Este poco calado hacía que estos barcos pudieran navegar tanto por mar abierto como por ríos o fiordos. En un principio los barcos se movían solo a remo, los cuales estaban situados a lo largo de los dos laterales de la nave. Posteriormente y con la mejora de las técnicas de navegación, se incluyó, en el centro del barco, una vela, la cual se controlaba desde la popa del mismo con dos cuerdas.
Asimismo, dado el limitado espacio en el interior de la nave, y seguramente para darles un aspecto más amenazador, se colocaban los escudos de los guerreros entre los remos.

Este barco se contruyó en el año 820, y sirvió para su fin militar hasta que fue utilizado como sepultura, (el método de enterramiento de las clases altas vikingas era meter el cadáver en un barco junto con sus pertenencias).
En esta fotografía se puede ver el barco de Oseberg, en el que se encontraron diversos objetos en su interior, como un carro.
Una foto de los descubridores escandinavos junto a su descubrimiento, en el año 1904.
Gracias a estos barcos, los vikingos pudieron saquear toda Europa durante la Alta Edad Media, incluso llegaron a la Península Ibérica.
